Los bancos están cerrados y tampoco funcionan los cajeros, pero en muchas esquinas siguen intactas esas máquinas de feria para dar puñetazos a un saco de boxeo, y no es raro ver a civiles y milicianos soltando mamporros para pasar el rato. Es solo un detalle de cómo están las cosas en la región del Donbass, que abarca el sur y el este de Ucrania, una de las dos mitades en que ha quedado dividido el país como consecuencia de la guerra civil. Entre los días 5 y 12 de mayo recorrimos esa zona. Esto es lo que vimos y oímos.
El alto el fuego de Minsk no se cumple
No hay combates a gran escala, como hace cuatro meses, pero todos los días escuchamos tiroteos y explosiones en las ocho localidades en las que estuvimos. En el frente de Donetskly hay intercambio de fuego frecuente –sobre todo de noche- con fusiles de asalto, obuses y otras piezas de artillería ligera. Además, por las calles se ven contantes movimientos de armas pesadas, algo también prohibido en el acuerdo de Minsk.
Una guerra de trincheras y desgaste
Es una guerra de trincheras, fortines y nidos de ametralladoras, como las de antes. Casi nada que ver con los conflictos asimétricos que hemos visto en Iraq, Afganistán y otros países de Oriente Medio. No hay combates urbanos ni atentados. Los enfrentamientos tienen lugar en zonas abiertas. Allí, además de mover tropas y armas, los milicianos de Lugansk cavan trincheras y levantan defensas. Se preparan para una larga guerra de desgaste.
Secuestros y violencia política en las ciudades
Nos llegaron informaciones sobre secuestros, detenciones arbitrarias, torturas y otros actos de violencia política en las ciudades. Es habitual que ocurra en los países en guerra civil. No pudimos confirmarlo. Vimos a varias personas con las caras llenas de hematomas por la calle. Podría ser violencia política, pero también riñas de bar: en toda Ucrania se bebe mucho alcohol, y una botella pequeña de vodka vale un dólar y medio, poco más del doble que el agua.
La crisis humanitaria empeora
En las pueblos y ciudades más alejados de la línea del frente, en general, las tiendas están bien abastecidas. Aunque en muchas faltan productos básicos como la leche. Y hay un problema grave con el combustible. Ni siquiera los milicianos tienen gasolina para sus vehículos y tienen que restringir sus desplazamientos por carretera. La situación empeora drásticamente en las zonas más cercanas a los combates. Allí escasean los alimentos y las medicinas. “Intentamos no enfermar”, nos dice una anciana. Lo contamos aquí.
Miedo entre la población civil
Encerrado en su casa, sin atreverse a abrirnos la puerta, un ancianos grita que no tiene nada para comer. Tiene hambre pero también miedo. Como la mayoría de la población que todavía resiste en estas zonas. La línea del frente se mueve a menudo y mañana su casa puede estar en el bando de las fuerzas pro-Kiev. Temen que, si les han visto por televisión, puedan sufrir represalias. Dos hombres se encaran con nosotros y nos increpan. Son desertores del Ejército de Ucrania. Más que miedo tienen pánico a ser reconocidos.
Pueblos y ciudades fantasma
El conflicto deja ya más de un millón de desplazados. Son cifras hechas públicas por Naciones Unidas el 25 de abril. Hoy el éxodo puede ser todavía mayor. El 5 de mayo vimos largas colas de vehículos en la frontera para salir de Ucrania en dirección a Rusia. La mayoría de quienes resisten son ancianos sin fuerzas o sin dinero suficiente para comprarse un billete de autobús y escapar a zonas más seguras. Apenas se ven jóvenes por las calles. Y en algunas zonas no hay nadie.
Una guerra con mando a distancia
Ucrania parece, cada vez más, el escenario de una guerra entre los Estados Unidos y Rusia. Pero es una guerra con mando a distancia. Otro voluntario ruso nos asegura que ha estado en contacto con tropas regulares de su país, pero no hemos podido confirmarlo: no se ven por las calles. Hemos hablado con voluntarios rusos, pero también de España, Israel, Alemania y Brasil.
Ciudadanos de segunda clase
Se habla mucho de las injerencias internacionales en el conflicto, y son evidentes, pero ¿qué opina la gente del Donbass? Depende a quién le preguntes. Con los pocos jóvenes que hemos podido hablar estaban bastante desentendidos de la política. Muchos mayores decían sentirse desde hace años como ciudadanos de segunda clase. Son de origen ruso, hablan en ese idioma o solo reivindican un pasado común con la Unión Soviética, y se sentían discriminados por el gobierno de Kiev. Echaban de menos, por ejemplo, enseñanza y medios de comunicación en ruso.
El conflicto se complica el absurdo
Serguéi, un voluntario ruso que ha venido varias veces a combatir, nos dice que Ucrania se está convirtiendo en un manicomio. Pro-nazis que combaten contra pro-nazis. Fascistas y antifascistas que luchan en el mismo bando. Él es comunista, sobrevive aquí con su dinero, y se siente defraudado. Está a punto de regresar a su país. Aquí, lamenta, la mitad de la gente está jugando a la guerra: “Esto es una casa de locos”. Salimos del Donbass con una sensación parecida.
(Para los interesados en Ucrania, recomiendo este hilo de Alberto Sicilia @pmarsupia, que ha cubierto el conflicto desde el principio)