Hotel Palestina

Periodismo internacional

¿Quién es el señor Schengen?

Me parece muy interesante debatir si el periodismo en un segundo poder (Ramonet), un cuarto poder (Burke) o un contrapoder (Kapuscinski), pero mientras nos dedicamos a éste y otros ejercicios teóricos en la universidad muchos alumnos acaban la carrera y llegan a las redacciones sin saber situar Siria en el mapa.

Para escribir este post he revisado el programa del grado de periodismo en las cinco mejores universidades españolas. Ninguno de ellos ofrece más que la asignatura de Relaciones Internacionales, que supone seis créditos de 240, y en algunos casos es incluso una materia optativa. Es decir, que los alumnos aprenden (poco) cómo funciona el mundo, pero no cómo contamos lo que ocurre en el mundo.

Es cierto que pueden ampliar sus conocimientos en masters y postgrados, pero la mayoría tienen un precio prohibitivo, y no todos pueden pagárselo. Ese es otro debate. Se supone que los estudiantes deben de salir de las aulas con los conocimientos básicos para trabajar en los medios de comunicación. Y no lo están.

Hace unos años podría ser un problema. Ahora es una cuestión de supervivencia. Porque las decisiones que más afectan a la vida diaria de los ciudadanos ya no se toman en los ayuntamientos, ni en las comunidades autónomas, ni siquiera -en algunos casos- en el gobierno central. Los estados están perdiendo peso específico, en detrimento de instituciones, corporaciones y otros actores globales.

Como escribe Enric González, en su magnífica aportación al libro colectivo «Queremos saber», toda la información es local. «Los acontecimientos pueden ocurrir en Lavapiés o en Kandahar, da lo mismo», añade. La interconexión creciente entre los acontecimientos que ocurren a diario en el planeta hace que cualquier hecho relevante sea a la vez local y planetario.

El medio generalista que prescinde de Kandahar para atrincherarse en Lavapiés opta por empequeñecerse, explica Enric, y «está condenado a malvivir o desaparecer en el magma cibernético y gratuito de los titulares agregados». «La voz propia y solvente sobre la actualidad mundial no constituye una garantía de supervivencia, pero carecer de ella conduce a la marginalidad y decadencia», remata.

Llevo años escuchando que lo internacional «no interesa» a la gente. Un mantra sorprendente, en primer lugar, porque dudo que nadie sepa con seguridad lo que interesa o no a los lectores o a los espectadores. Veamos, pues, qué dicen las encuestas recientes. El último barómetro del Real Instituto Elcano revela que la política internacional interesa más que la local.
barómetro elcano

El último barómetro del CIS del mes de marzo es todavía más contundente. La información internacional y económica interesa mucho más que la deportiva. Se dirá que los españoles mienten en las encuestas. La misma cautela debe aplicarse al resto de resultados que en algunos casos se han publicado con gran despliegue tipográfico en los periódicos. Y parece lógico, además, que en este contexto de grave crisis económica y política los ciudadanos angustiados miren con más atención a los lugares donde se decide su futuro que a los campos de fútbol. Estos son los datos:

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«Nuestros lectores (o audiencia) están en Lavapiés, no en Kandahar», otro estribillo que recuerda Enric González. «Es cierto», responde, «tan cierto como que a un sector de la población de Lavapiés (…) puede interesarle interesarle tanto lo que ocurre en Kandahar como lo que ocurre en Leganés». «Hace falta periodismo internacional, porque sin él no podemos entender lo que ocurre en nuestra propia calle», concluye. Una frase que debería estar esculpida en el frontispicio de todas las redacciones.

El problema, como decía al principio, es que para dedicarse a esto hace falta formación. Y la mayoría hemos tenido que ir buscando los datos sobre la marcha, con un ojo puesto en la tarjeta de embarque, y el otro en un manual para acercarnos al contexto histórico y político del país al que nos enviaban a cubrir una noticia. No estaría mal que ese abismo entre la universidad y el periodismo actual se fuera reduciendo. Porque luego, pasa lo que pasa, y no hace mucho tiempo un recién licenciado me lo preguntó a bocajarro: ¿quién es el señor Schengen?