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Periodismo internacional

El desastre de Iraq en 10 claves

¿De verdad la guerra de Iraq fue -como parece- un fracaso militar, político y estratégico? ¿Es posible que la primera potencia mundial pueda cometer un error tan grave? Son preguntas que me persiguen desde que la mayoría de periodistas abandonamos Bagdad en medio de graves saqueos, ante la inacción de los militares norteamericanos, una imagen que simboliza casi todo lo que ocurrió después: la fragmentación del país, la guerra civil, el desastre. Voy a intentar explicarlo en diez claves, las primeras basados en datos, y las tres últimas serán las conclusiones.

 1. Más de 190.000 muertos. Es una estimación, todavía no definitiva, de la Universidad de Brown. El 70% son civiles, unos 134.000, aunque los autores del proyecto «Cost of war» advierten que puede «varias veces mayor» porque no incluyen las muertes indirectas relacionadas con la mayor vulnerabilidad de la población. El sistema de salud iraquí está devastado a causa de la guerra y las anteriores sanciones internacionales contra el régimen de Saddam. Más de la mitad de los médicos abandonaron el país entre los años 2000 y 2010. Y los 60.000 millones de dólares destinados a la reconstrucción no se han destinado a reconstruir infraestructuras básicas como hospitales, carreteras o plantas de tratamiento de agua, sino al ejército y la policía.

La organización norteamericana Iraq Body Count también lleva un seguimiento riguroso de las víctimas. Este martes, 19 de marzo, hubo 79 muertos. Estallaron coches bomba, artefactos improsisados y tiroteos en Bagdad y otras diez ciudades. 321 civiles han perdido la vida en los primeros días de este mes de marzo.

Oficiales del régimen de Saddam, en Bagdad, días antes de la caída del régimen. Foto: Fernando Matey

Oficiales de Saddam, en Bagdad, días antes de la caída del régimen.         Foto: Fernando Matey

2. Un millón de heridos. Diez años de guerra dejan también más de un millón de heridos, 80.000 de ellos mutilados, y graves problemas de salud -sobre todo psicológicos- entre los supervivientes. Nueve de cada diez iraquíes entrevistados por el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados han sufrido traumas. En Bagdad, poco después del bombardeo sobre el mercado de Nasser, me encontré en el suelo el paladar completo de una persona. No debe de ser fácil mantener la cordura cuando convives a diario con cosas así.

3. Tres millones de desplazados. La ofensiva militar de Estados Unidos y sus aliados no causó desplazamientos masivos. Es más, muchos iraquíes celebraron la caída de la dictadura de Saddam, pero el vacío de poder degeneró en un colapso de la seguridad que provocó la huida de buena parte de la población civil. Todavía hoy hay tres millones de iraquíes exiliados, desplazados o refugiados. El temor impide el regreso de estas personas a sus hogares. Es como si de repente hubiera desaparecido la población entera de Madrid, pero en un país con la mitad de habitantes que España, apenas 27 millones antes de la guerra.

Para escribir este post he llamado a varios iraquíes que conocí durante la guerra y con los que, por mi culpa, había perdido el contacto. Nadie contesta al teléfono. Puede que hayan cambiado de número o de domicilio. Puede que hayan abandonado el país. Puede que hayan muerto.

4.  Más de 16.000 desaparecidos. Veo y escucho una entrevista de France Press a un adolescente iraquí que se identifica como Kawthar Chihab Ahmed. Sus palabras golpean la conciencia: espera de todo corazón que su hermano Arkan, secuestrado en 2007 en Bagdad por hombres uniformados de policía, languidezca en una prisión secreta. Porque, si no es así, probablemente esté muerto. Nueve años después del escándalo de Abu Ghraib, todavía existen centros de detención encubiertos, según las organizaciones defensoras de los derechos humanos. El Gobierno de Bagdad lo niega y da por fallecidos a los 16.000 iraquíes de los que consta oficialmente su desaparición. Amnistía Internacional también denuncia detenciones arbitrarias y juicios sin garantías.

5.  Crisis política casi permanente. Iraq se ha convertido en un país atomizado, amenazado por las reinvindicaciones independentistas de Kurdistán, y convulsionado por una crisis política casi permanente. Es verdad que ha habido avances democráticos, y los iraquíes han podido votar con mayor o menor libertad en varias ocasiones, pero la nueva Constitución aprobada a toda prisa no ha conseguido todavía nada parecido a la normalidad democrática. Es un sistema político que, además, tiene bases sectarias: las tres principales instituciones están dirigidas por chiíes, suníes y kurdos. Entre todos han convertido Iraq en el octavo país más corrupto del mundo.

Nadie ha retratado la postguerra iraquí como el director peruano Javier Corcuera en el documental «Invierno en Bagdad». Dura 90 minutos. Es para verlo con calma:

6. Un país paralizado. En muchos rincones de Bagdad donde antes había parques o jardines todavía se levantan ahora alambradas, muros y sacos terreros. La violencia paraliza también la capacidad de Iraq para alimentar, proteger y educar a sus ciudadanos. Gran parte de la población todavía no tiene acceso a agua potable. Los cortes en el suministro eléctrico son frecuentes. Las cifras oficiales del paro no son fiables pero hay muy poco trabajo y, casi exclusivamente, en el sector público. Están registradas 1,5 millones de viudas (la mayoría de ellas de la guerra contra Irán) sin fuentes de ingresos. Y el 25 por ciento de la población sobrevive por debajo del umbral de la pobreza, con menos de un dólar al día, según reconoce la propia CIA en su página web (de acceso público).

 7. Una generación perdida. A las organizaciones humanitarias les preocupa especialmente la vulnerabilidad de los niños, amenazados por la desnutrición, la escasez de recursos educativos y la posibilidad creciente de ser víctimas de abusos. La situación de muchas mujeres también ha empeorado a causa del integrismo religioso. Según un informe de la OMS, realizado en 2006 y 2007, el 21 por ciento de las mujeres había sufrido violencia física.

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8. ¿Un fracaso? Viriato Soromenho-Marques, uno de los analistas más lúcidos que he conocido, me dijo hace algún tiempo que Iraq había sido «un fracaso irreversible» basado en «opciones políticas voluntaristas y evaluaciones técnicamente groseras». Ahora, en el décimo aniversario, le he vuelto a preguntar y Soromenho-Marques me envía por mail la confirmación:  «La magnitud del desastre es tan grande que debemos leer la invasión de Iraq como una causa de la disminución del poder e influencia de Estados Unidos en el mundo». Este es un resumen de sus argumentos:

-Un fracaso militar. La guerra ha dejado en evidencia los límites del poder de Estados Unidos. Son incapaces de enfrentar y ganar dos guerras regionales (Afganistán e Iraq) al mismo tiempo. El presidente Obama ha tenido que gestionar el phasing out, la retirada progresiva, con el fin de minimizar los daños. Pero son dos derrotas militares.

-Un fracaso político. La invasión de Iraq,  una clara violación de la Carta de Naciones Unidas y la Constitución de los Estados Unidos, ha dañado su capital simbólico como «hegemonía benigna» y desbaratado el edificio diplomàtico en Oriente Medio que empezó a construir Kissinger en la década de los setenta.

-Un fracaso estratégico. Washington ha perdido capacidad para arbitrar la política de Oriente Medio. Irán se ha convertido en la potencia regional dominante. Prueba de ello es el abandono de la dependencia de los suministros de energía en esa región. La nueva política energética de EEUU que invierte en combustibles fósiles no convencionales domésticos (gas de esquisto, arenas de alquitrán de petróleo o el metano de lecho de carbón) es una prueba de esa pérdida. (Estados Unidos, añado, tampoco controla el petróleo iraquí. La mayor parte de los hidrocarburos se los reparten la holandesa Shell y la británica BP, mientras que países opositores a la guerra cuentan con una presencia importante, como la francesa Total, la rusa Lukoil o Petrochina)

9. ¿Un error? El escritor iraquí Pius Alibek, autor de «Arrels nòmades», se niega a hablar de «errores de cálculo». En un emotivo mail, que le agradezco muchísimo, me recuerda algunos antecedentes históricos no tan lejanos. Juntos, suenan como puñaladas: «¿Se equivocaron los norteamericanos y sus aliados cuando ayudaron a Saddam a llegar al poder? ¿Se equivocaron también cuando le armaron hasta los dientes en su guerra contra Irán? ¿Acaso no pretendían desgastar a los dos países de la zona que, además de petróleo, contaban con potencial humano y proyectos de industrialización?».

10. ¿Quién gana con la guerra?. La consultora internacional Amparo Tortosa me dice que Iraq se encamina a «un conflicto de baja intensidad y carácter sectario». Los elementos clave para que mejore son la división de la insurgencia, la reinserción de combatientes, la transferencia efectiva de la autoridad a los iraquíes y la permanencia internacional en forma de asistencia civil. En resumen, parece que la violencia va para largo, aunque dejemos de contar por miles los muertos. Y no sólo en Iraq. Como resultado de esta década de ocupación, según Viriato Soromenho-Marques, el mundo se ha vuelto más inseguro. Y la probabilidad de un conflicto regional, esta vez entre Irán e Israel, ha aumentado de manera exponencial.

¿De verdad fue un fracaso? ¿Es posible un error tan grave? Extraigan ustedes sus propias conclusiones. Parece evidente que los únicos beneficiados de este desastre son un puñado de contratistas de Defensa y empresas como Halliburton, vinculada al vicepresidente de Estados Unidos durante la administración Bush, Dick Cheney. Cuando pienso en ello vuelve a mi memoria aquella imagen recurrente del saqueo de Bagdad.

PD: Las fotografías que ilustran este post son de Fernando Matey, buen amigo y enorme cámara de televisión, curtido en mil batallas. Despedido en el último ERE de Antena 3.

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