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Periodismo internacional

El desahucio de RTVV

Minutos antes de la medianoche del 29 de noviembre, mientras la policía ocupaba los estudios de Radio Televisión Valenciana, se estaba emitiendo un programa modesto en el que analizábamos el escándalo de espionaje desvelado por Edward Snowden y la tibia respuesta de los gobiernos europeos.  Intervenían el politólogo Vicent Flor y el profesor de derecho constitucional Rubén Martínez Dalmau, asesor en los procesos constituyentes de Venezuela, Bolivia y Ecuador. Hablábamos de derechos civiles, del dilema entre libertad y seguridad, de la necesidad de consolidar democracia.

Cuando nos despedimos -el programa estaba grabado horas antes- la policía había bloqueado ya todas las puertas de acceso al centro de producción de programas de Burjassot. El gobierno valenciano había ordenado cerrar, de madrugada y sin aviso previo, un medio de comunicación público. Comenzaba así un esperpento, ya muy conocido, que se prolongó durante horas con episodios tan sorprendentes como la entrada de diputados autonómicos a los estudios saltando por una ventana. Un disparate que concluyó con el inmenso dolor del fundido a negro en una televisión con 24 años de historia.

Trabajadores de RTVV en el instante del fundido a negro de la televisión pública.                                Foto: Manu Bruque (EFE).

Trabajadores de RTVV en el instante del fundido a negro de la televisión. Foto: Manu Bruque (EFE).

Cinco meses después nadie ha conseguido explicar todavía de manera convincente por qué ha cerrado RTVV. Estas son algunas claves:

1. ¿Causas económicas?

El president de la Generalitat, Alberto Fabra, aseguró que había ordenado el cierre por motivos económicos. Dijo que no podía destinar 40 millones de euros a cumplir la sentencia que le obligaba a readmitir a mil trabajadores despedidos con un ERE ilegal. Solo el acuerdo para extinguir RTVV supera los 86 millones. Y hay que añadir 28 millones pagados a los empleados de permiso forzoso durante 142 días, más de 3,5 millones de publicidad contratada y no emitida, y otras indemnizaciones por compromisos pendientes como la Liga Endesa ACB de baloncesto y la parte proporcional de muchas series y películas. Al menos cien millones -tal vez muchos más- que tendrán que pagar los contribuyentes de la comunidad más endeudada del estado. Y cabe recordar que, en el momento del cierre y con 700 trabajadores, RTVV era una empresa con beneficios por primera vez en su historia.

2.  ¿Orden de Madrid?

Si el dinero nunca fue el problema, como parece, cabe buscar motivaciones políticas. ¿Ha ensayado el gobierno de Mariano Rajoy el cierre de una televisión autonómica aprovechando la coyuntura de la crisis económica? ¿Se trata de favorecer a grupos mediáticos amigos? ¿O es un nuevo paso hacia la recentralización del estado? ¿Por qué, entonces, no ha cerrado ninguna otra televisión en España? ¿Se trata de establecer una especie de “cordón sanitario” alrededor de Catalunya en pleno proceso soberanista? Ninguna de las hipótesis parece inverosímil pero, en mi opinión, debemos acercar el foco a la comunidad que se ha convertido en icono de los desmanes y la corrupción.

3. ¿Ocultar la corrupción?

Tres exconsellers y otros destacados dirigentes del Partido Popular en la Comunitat Valenciana van a ser juzgados durante los próximos meses. Hay una investigación en marcha sobre la financiación del partido. El expresidente Francisco Camps acaba de ser interrogado. Y hasta un centenar de cargos menores están imputados por delitos que van desde la prevaricación y el blanqueo de capitales hasta el abuso sexual. Todo ello en plena campaña de las elecciones europeas y a las puertas de unas autonómicas en las que, según todas las encuestas, el PP podría perder el poder después de dos décadas.

4.  ¿Un pulso interno?

Este desfile por los juzgados no hubiera sido un problema grave para el Partido Popular durante los últimos años por el control que ha ejercido sobre los directores generales de la televisión. Pero con la llegada del equipo de Rosa Vidal comenzó a recuperarse una cierta normalidad: el juicio al expresidente de la diputación de Castellón Carlos Fabra, por ejemplo, fue la noticia más destacada –como no podía ser de otra manera- durante días. Ocurrió lo mismo con la petición de la fiscalía para imputar a Camps y a la alcaldesa Rita Barberá por el caso Noós. Las concentraciones para exigir justicia por el accidente del metro de Valencia, silenciadas durante años, regresaron a los informativos . Y en la sede del PP se extendió el nerviosismo.

5. ¿El factor humano?

Alberto Fabra es un líder cuestionado que llegó a la alcaldía de Castellón y a la Generalitat sin haber ganado unas elecciones. Sin embargo, ante la sentencia que declaraba nulo el ERE en RTVV, tenía varias opciones y se inclinó por la más drástica en un primer ejercicio de verdadera autoridad. Decidió cerrar, como le pedía un grupo de asesores jóvenes e inexpertos que entraron en pánico ante la nueva línea informativa en una televisión pública autogestionada después de la dimisión de Rosa Vidal. Alguien ha escrito que Fabra se pegó así un tiro en el pie: el 30 por ciento de su electorado, según el CIS, se informaba de manera exclusiva a través de RTVV. Desde entonces, cada vez que pulsan el número nueve en el mando a distancia de su televisor, aparecen unas barras de colores. Y cuando sintonizan la frecuencia que ocupaba Radio 9 solo se escucha el silencio.

Tal vez no haya una única causa, y todo ello haya influido, aunque todo parezca insuficiente. Lo único seguro es que hoy he recibido el burofax con mi despido.

1.438 trabajadores –en su inmensa mayoría cualificados- nos sumaremos a las colas en las oficinas del Inem de una comunidad con el 28,04% de paro, dos puntos por encima de la media estatal, el doble del registrado en la Unión Europea. Economistas de la Universitat de València anuncian el colapso del sector audiovisual que ocupaba, al menos, a otras 3.000 personas. Y, a pesar de la gravedad de todo ello, el cierre de RTVV –un caso sin precedentes después de la reapertura de la televisión pública de Grecia– es mucho más que un conflicto laboral.

Un instante del cierre de RTVV.

El cámara Vicent Santapau intenta trabajar rodeado por policías.             Foto: AFP/Getty Images

Un golpe a la lengua y el autogobierno

Desaparece el único medio de comunicación que vertebraba la Comunitat Valenciana, convertida ahora es la única autonomía bilingüe del estado sin medios de comunicación públicos, herramientas fundamentales para garantizar la supervivencia de la lengua propia en estos tiempos de “modernidad líquida” (Bauman) e hiperconexión. El valenciano queda reducido de nuevo –como antes de la consecución de la democracia- al ámbito privado. Un atropello al autogobierno de tal magnitud que, más allás allá de las responsabilidades directas, solo puede interpretarse como un fracaso colectivo.

Sin duda, es un fracaso de los trabajadores, en la medida de las responsabilidades que hemos aceptado asumir y de las noticias que cada uno de nosotros ha firmado a lo largo de todos estos años. De los sindicatos que en ocasiones –no en la última etapa- tampoco estuvieron a la altura de las circunstancias. De antiguos líderes de la oposición que cometieron el error de situar la televisión pública en la primera trinchera de la batalla partidista. De muchos compañeros de profesión que nos exigían comportamientos heroicos en defensa de la pluralidad que ellos mismos tampoco se atrevían a mantener en sus medios. Incluso de la mayoría de la sociedad valenciana que renovó su apoyo, elección tras elección, a los responsables del desaguisado.

La expresidenta del comité de empresa, Salut Alcover, la noche del cierre de RTVV.

La expresidenta del comité de empresa Salut Alcover la noche del cierre. Foto: Txema Rodríguez

El fin de un ciclo

Como los espejos deformantes de Valle-Inclán, el cierre de RTVV devuelve una imagen en la que nadie o casi nadie sale favorecido. En mayor o menor medida, todos debemos aprender de los errores, para que nunca más un medio de comunicación público se convierta en instrumento del poder. Pero, también, para mantener la institución a salvo de la crítica legítima a sus gestores. Sobre todo si -como ha anunciado la oposición- una nueva RTVV vuelve a emitir después de las próximas elecciones.  

Pero son otros quienes dispararon la deuda en RTVV hasta los 1.300 millones de euros, quienes ordenaron casos de censura vergonzantes, quienes -sea por el motivo que sea- cometieron el atropello de cerrar la televisión pública y quienes ahora intentan sembrarla de sal malvendiendo los equipos y las instalaciones para intentar impedir que sus sucesores en el gobierno puedan reabrirla. Son ellos quienes deberán responder en las urnas, y también ante los tribunales, por maltratar y saquear RTVV hasta el desahucio.

 (Una nota personal: gracias a todos los que nos habéis apoyado en estos tiempos convulsos. Es el fin de un ciclo y el inicio de otro nuevo que seguro será mejor. De momento, recupero este blog que tenía abandonado. Un abrazo a todos). 

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